Topo llegó junto a Lula y Taquito. No sabemos de donde vienen, pero una tarde entraron a una parcela pidiendo comida, un día en que la sed y el hambre eran más grande que sus miedos. Esta vez tuvieron suerte y las personas que encontraron les pusieron comida, agua y nos llamaron.
Ahora son felices, porque están aprendiendo que los voluntarios solo damos caricias y algún que otro achuchón.
No sabemos que han vivido, pero a veces cuando nos acercamos para acariciarles ellos chillan esperando un golpe. Nos encantaría poder decirles que nadie volverá a pegarles jamás, y que nunca estarán solitos de nuevo, el pasado ya no existe. ¿Quieres formar parte de su futuro?
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