Fue el 11 de noviembre de 2010. Sobre las 9 de la mañana llegó a nuestra protectora personal del mantenimiento de autovías. Traían a dos podencos. Uno de ellos era Denco, un cachorro de unos cinco meses; el otro era su mamá.
Pudieron coger al cachorro, a pesar de su miedo, porque no se separaba de su madre, una perra bastante vieja, que tenía la columna partida a la altura de las costillas. A pesar del dolor que debía de sentir, ni siquiera se quejó cuando la dejamos en el pasillo. Ella miraba a su cachorro y su cachorro la miraba a ella. Se estaba muriendo y Denco la olía y le daba con el hocico en la cara esperando que se levantara. ¡Fue muy doloroso asistir a esa escena!
Llamamos al veterinario y a las 10 la dormimos para siempre. El pequeño Denco se tumbó a su lado hasta que la retiramos. A Denco lo reconoció el veterinario y no le encontró más que una uña rota y un ojo algo hinchado, del que se recuperó enseguida.
De esto han pasado casi dos años y nuestro pequeño Denco sigue esperando a su mami o a alguien que lo quiera y le dé el cariño y el amor que, de pequeño, le fueron arrebatados. Sigue siendo algo tímido pero es muy sociable con otros perros. Su ojo está perfecto pero su alma sigue desconsolada y su mirada es triste. Ahora está trabajando en un grupo de terapia mientras le llega su oportunidad.
Este pequeño ha sufrido mucho y necesita de alguien afectuoso que lo cuide para siempre.
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