Capitán era un gato callejerito que entraba en la casa de un chico en una urbanización, donde vivían otros gatetes, a comer sigilosamente. Un buen día, el chico vio como su aspecto se estaba deteriorando poco a poco y no dudó en cogerlo para llevarlo a una clínica veterinaria y ver lo que le sucedía. Una vez en el vete, lo esterilizaron, le hicieron analítica y lo testaron, dando positivo a vif y a una anemia severa. Con todo eso, el chico tampoco dudó en llevárselo a su casa para tratarlo y que se recuperase de la anemia hasta que pudiese entrar en el albergue. Sin embargo, una vez estuvo en el recinto no se terminó de adaptar bien junto a sus nuevos compañeros felinos por lo que rápidamente le buscamos una casa de acogida donde pudiese estar más tranquilo. Ahora está muy feliz, relajado, comiendo platitos de paté, y sobretodo disfrutando de una familia de acogida que le ha abierto las puertas de su casa y de su corazón hasta que encuentre a su media naranja humana.